09 febrero 2008

EDUCACIÓN PERMANENTE


¿Educación Permanente: lujo o necesidad?



Estamos asistiendo, en los tiempos que corren, a un nuevo tipo de analfabetismo. Sus perfiles, sinuosos, son mucho más peligrosos que el analfabetismo tradicional que todos conocemos. Aparentemente, todos aquellos que saben leer y escribir dejan de ser analfabetos y se convierten, para las estadísticas, en personas alfabetizadas. El analfabetismo al que me refiero es de tipo funcional. Esto es, ¿cuántas personas realmente hacen uso de todo el potencial que tienen para mejorar sus propias vidas y las de los que les rodean?

A comienzos del siglo XXI ya no basta con acabar una etapa de escolarización básica, es necesario (además de útil y fuente de satisfacción personal) seguir profundizando de manera continua en el aprendizaje. No sólo los profesionales tienen que estar continuamente documentándose y actualizándose sino que una sociedad democrática tiene como requisito esencial una ciudadanía informada, cultivada y crítica. Difícilmente podrán conseguirse esos objetivos básicos sin un afán de aprender continuamente, a través de fuentes formales y/o no-formales.

Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son un arma de "doble filo". En primer lugar, facilitan procesos de comunicación y de información impensables hace sólo unas décadas. Por otra parte, el acceso a éstas no es -lamentablemente- todo lo amplio que sería deseable. Consecuentemente, la brecha "digital" está produciendo una fractura de tamaño creciente entre aquellos que tienen acceso a estas tecnologías y los que permanecen anclados, muchas veces contra su voluntad, en otras realidades menos evolucionadas.

Hoy día (en realidad hace muchos años) ya nadie puede pretender abarcar todo el conocimiento que existe en un área del saber. Por tanto, se hace necesario plantearse como "modus vivendi" la búsqueda de conocimiento y de nuevas experiencias de aprendizaje. Se trata, como decía el adagio latino "mutatis mutandis", de "cambiar para que nada cambie". Entendiendo esta expresión en el sentido de que el cambio y la inestabilidad se han convertido, queramos o no, en compañeros inseparables de nuestro viaje.

Ciertamente, las agencias gubernamentales e instituciones de enseñanza están convencidas de la necesidad de poner en práctica estos principios del aprendizaje permanente pero la ciudadanía tendría que tener conciencia de ello, al margen (o, si se prefiere, complementariamente) de estas iniciativas oficiales. Hoy, como nunca antes en la historia de la humanidad, casi cualquier ciudadano/a interesado y curioso puede acceder a la información que necesita para sobrevivir en esta "jungla de asfalto" con un poco de interés y de método. Las redes de solidaridad informales, lejos de ser una utopía libertaria, pueden invertir esfuerzos en que esta necesidad vaya viendo la luz. Desde el respeto y la independencia de criterio, puede ser interesante descubrir que el Aprendizaje Permanente está en nuestras manos, esperándonos.

¿Demasiado utópico o viable...?

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